FICHA PERSONAJE
"Que ruin es el destino... ¡Mejor suerte que la mía!
Nombre: Ophelia
Apodo: Juguete, muñeca, atrocidad, demonio, Satanás
Idioma: Alemán
Fecha de nacimiento: 11 de Octubre
Ciudad: Maglenda
Signo zodiacal: Libra
Orientación sexual: Asexual
Edad: 18
Personalidad: Reservada (ISTJ)
Tipo de sangre: A+
Gustos:
Comida/ bebida favorita: Brezel
Comida / bebida odiada: Salchicha
Color favorito: Rojo sangre
Animal favorito: El Búho
Oficio: ".Granjera de trigo."
Raza: Demonio
Virtudes: Sigilo, disfraz emocional
Defectos: Incontrolable, doble personalidad
Historia:
La historia de la pequeña Ophelia no tiene buen agrado comienzo. Sus padres Katerina y Adal no se querían. Era una pareja humilde pero un tanto peculiar. El padre trabajaba hasta tarde en una fábrica de cristal y se pasaba la noche en un bar para emborracharse. La afición del padre era volver a casa para pegar a su mujer, la cual sólo era ama de casa sin ingresos. En un despiste ella quedó embarazada pero los abusos no terminaron ahí. Cuando llegó el día del parto, las cosas se complicaron. Fue bastante rápido, en una sala del humilde hospital de madera, el más barato del pueblo. La coronó como Ophelia en cuanto la tuvo en brazos. El padre justo estaba afuera fumando sin importarle nada. Katerina se levantó enseguida con la niña en brazos y se la dio a una enfermera con traje de viaje. Besó a la niña en la frente y la sonrió. Ella lloraba descontroladamente. "Te quiero, Ophelia, se feliz." En un instante la enfermera salía por la puerta de atrás y se montaba en un carro camino hacia el pueblo más allá del continente. Aquella noche del once de octubre Ophelia fue abandonada por su madre por el bien de que el padre ni la viese. En cuanto Ophelia abandonó el pueblo el padre entró por la puerta de la habitación del hospital, cabreado por no ser informado. "¿DÓNDE ESTÁ MI HIJA?" Entró gritando y la madre y enfermeras le decían que había muerto. El padre, con tal cabreo, empezó a pegar a la mujer, mientras las enfermeras intentaban detenerlo. Empezó a agredirlas a todas, mientras una de ellas llamaba a la policía a gritos. La mujer quedó inconsciente y el hombre se lo llevaron al calabozo. Nunca se supo más de los padres de la pequeña.
La enfermera decidió por cuenta propia llevarla al humilde pueblo de Maglenda, donde la acogería una pareja la cual no podía tener hijos. Cuando llegó allí, acogieron a Ophelia en brazos y la chica le prometió al bebé que la visitaría a menudo. Nunca volvió a ver a la pareja ni a la niña.
La pareja le dio una infancia feliz a la niña, hasta que llegó a los ocho años. A su madre adoptiva le diagnosticaron cáncer de mama y no había cura para eso. A base de jarabes y medicamentos caseros intentó sobrevivir más pero falleció a los cuatro meses. Entonces su padre adoptivo cambió. Empezó a tener deseos impuros sobre su hija adoptiva y empezaron las violaciones. Ophelia perdió su impureza y su inocencia a los nueve años. Su expresión de vida y felicidad cambió de tristeza a enfado y de enfado a no saber expresar nada. Sus quejidos se oían toda la noche e intentó escapar varias veces, sin éxito alguno. Empezaron los abusos físicos por cada vez que se portaba mal. Iba a la escuela y hacían parecer ser una familia triste por la pérdida de la madre pero a la hora de entrar en casa cambiaba todo. Tenía que ocultar las marcas de abusos cuando iba a clase y pretender estar feliz cuando llegaba a casa, aunque no tenía expresión.
A la llegada de la pubertad el padre tomó precauciones. No quería embarazos indeseados pero el abuso no paró. Empezó a invitar amigos a casa y todos disfrutaban de ella. Tristemente ella tuvo que aguantar así hasta los dieciséis. A esa edad, consiguió escapar de aquello a lo que llamaba casa cuando un hombre se la quiso llevar para pedirle matrimonio. A cambio, le daba dinero al padre por ella. Era como si la comprara. Ella no mostraba ninguna emoción pero algo en ella la avivó, la esperanza de escapar.
Llegando a la nueva casa de aquel hombre descubrió que poseía una mansión. Observó cómo de grande era y también que había mujeres esperándoles en la gran plaza donde estaba la entrada a aquella casa. Las llamadas sirvientas se acercaron al carro automatizado de última generación y ayudaron a la joven a bajar del carro y ayudarle con sus maletas. Observó lo bonita que era la gran casa de blanco, que es así cómo ella la llamaba. La llevaron a su habitación llena de rosa y cogió su peluche favorito poniendolo en la cama, la cual era muy cómoda y suave. Cuando se instaló la sobresaltó aquel hombre en la puerta. La observaba inquietamente, de arriba a abajo. Sonrió leve antes de decir: "La cena está servida. Cambiate y baja a cenar". En cuanto bajó las escaleras Ophelia se cambió rápido, siendo una persona sumisa por su padre adoptivo. Cuando bajó se encontró a varias sirvientas poniendo la cena en la mesa. Se sentó en una silla al otro extremo al contrario del hombre y empezó a cenar. Sin ninguna expresión terminó la rica comida del plato y también hizo lo mismo con la gelatina. La comida le parecía indiferente. Observó al hombre cómo acababa su postre y cómo se levantaba de la mesa. Se acercó a ella y le tomó su mano, besándola. "Mañana vendrá el costurero para que te haga un vestido, podrás elegirlo tú. La boda la tendremos pasado mañana. Ten buena noche." Sonrió y mientras las sirvientas empezaban a recoger él se fue a su dormitorio. Ella se dispuso a ir a su dormitorio obediente. Esa noche intentó dormir pero no pudo. Todas las noches era abusada por aquel que le llamaba padre y tanto quería, aquellas noches en vela sin poder gritar, ni llorar, ni reir, ni saber qué es ser feliz. Esa noche de paz se sintió extraña, era la primera en mucho tiempo que su cuerpo podía descansar. Se vio las marcas en las muñecas y en el pecho. Suspiró y observaba la puerta deseando que ese hombre no apareciese. No llegó a aparecer y ella por fin pudo dormir.
Al día siguiente vino el costurero y le hizo un traje a medida. Su cara se iluminó del brillo de todos los diamantes que portaba su cintura. Se observó en el espejo y dejó escapar una leve sonrisa, le encantaba el traje. El hombre pagó al costurero y desayunaron juntos. Ese mismo día no lo volvió a ver más ya que tenía que salir por asuntos de trabajo. Ophelia aprovechó la ocasión para explorar la gran mansión. Descubrió la gran mayoría de habitaciones que tenía y lo grande que eran los salones. Tenía piscina además de sauna y muchos lavabos donde limpiarse con jabones caros. El último lugar que visitó fue una gran biblioteca, la cual parecía abandonada. Estaba llena de telarañas y suciedad y pensó que las sirvientas no eran mandadas allí a limpiar. Descubrió entonces que le encantaba la lectura. Empezó a coger libros y a interesarse por la química y la astrofísica. Observó los dibujos de su interior fascinada. Empezó a tener esperanza de tener una vida feliz donde leer todos esos libros. Llegada la tarde encontró un escondrijo en una de las estanterías, la cual llegaba a unas estanterías más profundas y oscuras de esa habitación. Se preguntaba por qué no había ventanas en esa parte de la biblioteca. Observó entonces que los libros eran mucho más antiguos que los de la entrada y que tenían un alfabeto extraño. Cogió uno de la estantería más alejada y lo abrió. De repente emanó de él un humo rojo casi irrespirable que casi la hace ahogar. Cayó de espaldas al suelo tosiendo y se reincorporó a los minutos. Jadeando sostuvo el libro que se cayó y empezó a leer con atención. "Pasos de invocación." La invocación era algo que ella desconocía así que empezó a leer todo el libro desde el principio. "El alma transciende de abajo para que el portador ofrezca cambiarla, si el portador es aceptable el pensamiento de este queda en el cuerpo para tener las capacidades del demonio cambiado.(...) El ritual sólo debe hacerse una vez por semana. Si en el ritual hay una pausa o interrupción, hay riesgos de malformaciones o muerte. (...) Firmado por Elena. Oda a Lilit"
"Oda a Lilit..." Susurraba entonces Ophelia. "¿Quién es Lilit? Bueno, da igual. Estoy segura que puedo hacer esto... Y podré vengarme." Aquella joven observó el libro y sonrió por primera vez en mucho tiempo. Su rostro cambió aquella noche, delante del libro que poseía. Lo cogió entre sus brazos y corrió a su habitación. Esa noche se acostó feliz, sabiendo que había salida. Tenía ya planeado varios planes, cómo no podía escapar ni tenía donde ir sabía que sólo tenía que esperar. El ritual tenía una duración de cuatro años para que el alma quede supeditada por los demonios y el portador pudiera tener las capacidades demoníacas que tanto deseaba. Leyó todas, desde super fuerza a tener alas para volar. Estaba deseando tener unas alas gigantes para poder escapar. Como deseos de niña pequeña a deseos más maduros, toda aquella noche se quedó pensando en aquello que tanto anhelaba tener, la libertad. Y no le importaba cualquier obstáculo que tendría que pasar.
Al día siguiente se celebró la ceremonia. Los novios se casaron y una muchedumbre de gente rica que no conocía la desearon feliz boda. Ella asentía sin decir mucho, no siendo muy habladora pero siempre con esa chispa en los ojos de esperanza porque aquel día llegue. Esa misma noche el marido la visitó a su habitación e hicieron el amor. Ella se dejaba como cuando su padre, sin ninguna emoción o deseo. El marido entonces cuando hicieron el acto le dijo que iba a haber una fiesta en su casa el día siguiente a aquella noche. Ella asintió sin saber lo que le esperaba. Aquel día se celebró una fiesta de máscaras pero todos estaban desnudos. Eran orgías de ricos. Se preguntaba por qué todos de ese pueblo tenían tanto deseo sexual. Tuvo que soportar el sexo con todos esos ricachones, hombres y mujeres durante muchos años. Tanto su cuerpo como su mente se fueron agravando por los años. Perdió mucho peso, sostenía horrible ojeras y sus ojos se oscurecían. Los pechos empezaron a caerse cuando sólo estaban creciendo y tenía malformaciones en la cadera. Pero ella seguía viva, luchando, en una parte de su corazón aún respiraba la esperanza hasta que llegase ese día. Todos los días antes de las fiestas recogía todas las cosas necesarias para aquel ritual y recitaba todos los días cada sanctórum a aquellos demonios que la escuchaban. El procedimiento tardaba porque hacía falta un buen estudio del sistema del ser del inframundo, además que ellos la vigilaban y elegían el mejor diablo para que su alma quedase abajo y la del demonio subiera. Era un ritual del cambio, uno de los más difíciles de hacer, puesto no aceptaban un ser humano cualquiera. Ophelia era la obsesión del pueblo, todos la desearon y profanaron. El odio que creció en ella crecerá junto al demonio.
Cuando llegó el momento de su veinte cumpleaños ella se escondió en la biblioteca y empezó a hacer el ritual. Todas las cosas que necesitaba las tenía guardadas bajo llave y sin que las sirvientas lo supieran. Despejó la biblioteca de mesas y sillas y empezó a dibujar en el suelo runas incomprensibles para los humanos y haciendo un círculo se dispuso en el medio a recitar un poema para los demonios. Entonces la luz eléctrica moderna de aquella mansión se desvaneció. Ophelia cerró los ojos y dispuso los brazos en cruz, levantó la mirada y siguió recitando casi en susurro. Sonreía, casi riendo, en locura de su vida pasada a la cual va a despedir. Reía mientras recitaba, gritaba de risa, lloraba de emoción. Su cuerpo empezó a levitar y un humo rojo la inundó, inundando también la biblioteca. A fuera, en el campo, se despertó una tormenta con rayos rojos como escarlata que anunciaban la llegada de un nuevo demonio a la tierra. De un instante su cuerpo, desnudo, se dobló en dos de una forma que un ser humano no podría. Y volvió la oscuridad.
A los minutos Ophelia abrió los ojos. Sus ojos cambiaron de color a un color rojo intenso pero ella no lo notará hasta más tarde. "Gracias por acogerme." Se sobresaltó y se levantó en un instante. La voz que escuchó estaba en su cabeza. "Empecemos la aventura". Era su propia voz, pero no sabía ella cómo explicarlo. Ella no controlaba su conciencia. Observó entonces su cuerpo y sus manos. Se tocó la cara sorprendida y corrió a un espejo que había en esa gran habitación. Volvía a tener la apariencia de cuando tenía dieciséis años, pero más alta, mucho más pecho y sobre todo una piel perfecta. No tenía moratones y no le dolía la cadera. Su pecho era perfecto y su pelo no sufría caídas, era rosado y largo. Sonrió, observó sus ojos y de sus dientes salieron colmillos. El ritual había salido con éxito. Pasó por la mansión a la velocidad del rayo y corrió a la habitación del marido, el cual dormía. Aún desnuda ésta le despertó y la incitó al sexo, pero lo que no sabía él que ella convirtió su interior en cuchillas. La noche del marido llegó a su fin. Murió desangrado y ella se desahogó en él cortándole la cabeza. Acto seguido se dedicó a teñir la mansión de rojo. Mató a todas las sirvientas y escondió los cadáveres junto al marido en el sótano. Al día siguiente esperó a que se celebrase la fiesta y ella acudió sólo con un accesorio puesto, la máscara. Mientras empezaban la orgía, ella se dedicó a maltratar uno a uno convirtiendo los fluidos en ácido. Tenía el poder de cambiar las cosas a su manera, era un poder muy poco común en todo el reino demoníaco. Desde entonces Ophelia se dedicó a vengarse de todos aquellos que la abusaron de cualquier tortura posible que se le ocurriese y antes de matarlos les lanzaba un beso como señal del poco cariño que recibía. Aquellas almas caían al inframundo. El demonio que poseía Ophelia era valioso y era imparable. Pero la venganza tuvo un final, y decidió por cuenta propia vivir en una granja cerca del pueblo donde viviese una vida como ella quisiera, con parte de dinero del marido y la vida humilde que tanto quiso, sin que nadie la molestase.
Con los demonios satisfechos ella siguió viviendo en ese pueblo durante mucho tiempo. La gente ya la conocía como el demonio. Si la insultaban o la miraban mal acababan muertos, así que era como si el pueblo estuviera bajo su poder. Tenía el poder de todo, pero quería llevar una vida normal. En el mercado le ofrecían ofertas cómo una persona normal y también se cambiaban de acera al verla como una persona normal. Claramente, tenía el poder de tener amigas forzadas, de que se forzasen a hablar con ella y de que nadie le dirigiese la palabra cuando ella no quería. Para ella eso la hacía feliz. Su vida diaria era labrar en su huerto de trigo, alimentar a los animales, visitar el pueblo para comprar, ojear la biblioteca pública y limpiar el libro de los rituales. Siendo demonio además de que su mente se expandiera, también poseía valores físicos que los seres humanos normales no poseían. Comían menos y no iban al baño, aguantan muchas horas más de pie, por no decir días. Su capacidad del aprendizaje era mucho más rápida y las relaciones sociales eran superiores. Ophelia entonces era nombrada Satanás mientras no la escuchaban, puesto tenía búhos por todas partes como vigilancia.
Y esta historia llega a su fin pero antes de acabar en este pueblo se llegó a aclamar del estado un héroe lo suficientemente valiente que le rescatase de aquella ser maligna. El cual acabará perdidamente enamorado de ella y la historia de ellos no habrá echo más que empezar.
Multiverso: Éste personaje aún no posee historia paralela o no ha experimentado ningún multiverso.

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